El crepúsculo del modelo, por Hermógenes Perez de Arce
El crepúsculo del modelo, por Hermógenes Perez de Arce.
Cuando yo era niño, la mejor tienda de Santiago se llamaba "Gath & Chaves" y era inglesa. Dentro de ella todo era ordenado, limpio y elegante. Tenía unos juguetes fantásticos, que no había en ninguna otra, pero a mí no me los compraban, porque mi padre sostenía que él era pobre. Yo conseguía que mi madre me llevara a verlos, pues sabía que de vez en cuando se le ablandaba el corazón y me compraba alguno. Pero, de repente, hubo una huelga en "Gath & Chaves". Como los huelguistas y la prensa de izquierda insultaban a los dueños y había un gobierno de esa tendencia que miraba con malos ojos al capital extranjero, los ingleses cerraron "Gath & Chaves" y se fueron.
Crecí bajo la sensación de que el país se deterioraba poco a poco, y que si uno quería ver progreso y buen nivel de vida, debía viajar al extranjero. El gobierno de Jorge Alessandri inició un interregno de estabilidad monetaria y libertad económica, pero la bonanza duró muy poco, porque le fue mal en una elección y debió llamar a los radicales. A éstos no les gustaba el modelo y lo echaron a perder. Volvimos a lo mismo de antes. Lo curioso era que los partidarios de las huelgas y los críticos de los empresarios eran los mismos que se quejaban de que Chile "iba a la zaga del crecimiento", lo cual sucedía precisamente debido a las huelgas y a la persecución a los empresarios.
Pero después, como ustedes saben, en Chile se produjo un milagro y vino un gobierno que liberó la economía y convirtió al país en el modelo que todos buscaban imitar. He pasado años preguntándome cuándo los chilenos (los demás, no yo) lo iban a destruir. Para sorpresa mía, los gobiernos de izquierda lo han ido haciendo sólo de a poco. Y así, de crecer a casi el ocho por ciento anual en la "década de oro", ya vamos en la mitad. Eso es soportable, sobre todo si el cobre sigue alto y si los socialistas que nos gobiernan no practican todo lo que predican. Pero ahora han comenzado a hacerlo.
Me ha impresionado la huelga de los subcontratados de Codelco, por su violencia y, más todavía, por el apoyo de la Iglesia Católica a su movimiento. La subcontratación fue lo que permitió a las empresas, en la crisis del 98, rebajar costos y mantenerse competitivas, en lugar de sucumbir. Pero el precedente creado ahora hace temer que muchas dejarán de serlo. Lo iremos viendo paulatinamente. Anteayer leí que la mayor fábrica de etiquetas textiles cierra sus puertas y se traslada al Perú. El líder comunista del movimiento de los subcontratados manifiesta estar recién empezando su revolución. Y la CUT anuncia una paralización nacional dirigida "contra el modelo neoliberal". Lo culpan de "desigualdades escandalosas", pero todos admiran sus resultados en el exterior.
Lo notable es que las desigualdades las denuncian muchos parlamentarios basados en que el sector más rico de la población gana 40 veces lo que el más pobre. Pero el cheque mensual que cobra un parlamentario es de unas 100 veces el salario mínimo que gana un trabajador pobre. Los parlamentarios podrán decir que ésos son en gran parte gastos de su función, pero de todas maneras la dieta misma que se llevan para la casa es de 40 veces el salario mínimo, y no he visto a ninguno de los que dicen que esa diferencia es inmoral repartiendo parte de su dieta entre los indigentes, el 60 por ciento de los cuales carece de trabajo.
Pero la mayoría piensa como ellos. De modo que parecemos estar viviendo el crepúsculo del modelo. Y todo indica que será este gobierno socialista, el primero encabezado por una mujer, el que pasará a la historia por haberle puesto la lápida.