El desembarco ya viene...
por Roberto Ampuero.
Mañana abordaré un avión hacia Chile para, entre otras cosas, respaldar ante notaría la inscripción de la candidatura presidencial de Marco Enríquez-Ominami. Lo hago por tres razones: porque fue víctima de la exclusión de las primarias en su sector; porque exige renovación en las cúpulas partidarias, y porque articula una crítica a la Concertación que, de ser formulada por alguien absolutamente ajeno a ella, llevaría a la Concertación a acusar al crítico de nostálgico de la dictadura.
Aunque es un gran candidato, no es, sin embargo, el mío, porque me temo está llamado a generar un desembarco para que todo siga igual. Su popularidad terminará por fluir hacia el candidato de la Concertación, con lo que podría imponer precisamente el continuismo que combate, o por descalabrar a ese candidato, y pasar él mismo a depender de la Concertación. Para triunfar en segunda vuelta, Marco tendría dos caminos: plantear un ingreso a La Moneda con las frágiles estructuras de que dispone, lo que no augura gobernabilidad, o autorizar que la Concertación desembarque su equipo de históricos para viabilizar su gobierno. Los propugnadores de la "no beligerancia" hacia Marco preparan ese desembarco. Será de la Concertación al marquismo o del marquismo a la Concertación, y comenzará en cuanto un candidato haga agua. Contra la tesis opositora del desalojo, emerge la del desembarco o, mejor, el desenMarco. Es gatopardismo lampedusiano: cambiar algo para que nada cambie. La paralización de la centroderecha se debe a que cree estar ante candidaturas distintas y no se percata de que está ante una hidra de varias cabezas.
Me surge otra inquietud en relación con la candidatura de Marco, porque a los presidenciables hay que evaluarlos imaginándoselos en La Moneda, no sólo escuchando sus discursos. Me pregunto sobre su actual pericia para conducir un país que perdió vitalidad económica y la oportunidad de alcanzar el desarrollo en el Bicentenario, un país que la mayoría percibe como corrupto y vive asediado por la delincuencia, con demandas sociales y educacionales urgentes, y vecinos veleidosos e inestables. ¿Con qué estructuras implementaría Marco la política doméstica? La Presidenta Bachelet, que prometió gobierno ciudadano y que nadie se repetiría el plato, terminó gobernando con los históricos, proceso coronado con la elección de un ex Presidente como el nuevo rostro del oficialismo.
Complicado es también imaginar la política exterior de Marco. Tras ofrecer mar a Bolivia, ¿cómo sobreviviría entre las demandas de La Paz y el rechazo ciudadano a esa oferta? ¿Cómo enfrentaría las demandas limítrofes del Perú y el agresivo antichilenismo de Humala? ¿Cómo actuaría ante el Hugo Chávez hostigador de empresas chilenas? Inquieta además que su generalísimo sea un ex oficial de Tropas Especiales de Cuba, elite fanáticamente leal a la tiranía, un ex militar que justifica la censura calificando de "propaganda" los libros prohibidos en la isla, alguien aun celebrado por Fidel. ¿Iría de canciller, ministro de Exteriores, Interior o Defensa? Sospecho que bajo esa influencia, y pese a su formación democrática y parisina, Marco nos arrastraría a las aguas de Castro, Chávez, Correa y Ortega.
Y en caso de que sea Frei quien pase a segunda vuelta junto a Sebastián Piñera, tampoco él podría garantizar gobernabilidad. Para ello precisaría la venia de Marco, quien lo critica de forma letal, y la de los otros candidatos de izquierda, una carga variopinta ardua de estibar. El TCP (Todos contra Piñera) no constituye un programa respetable para conducir el macizo esfuerzo que Chile requiere para alcanzar el desarrollo. El TCP no se define por lo que aspira, sino por lo que rechaza, y perdería sentido el mismo día en que triunfase. Al llegar al país, respaldaré la inscripción de Marco. Pero una cosa es coincidir con sus críticas y otra imaginarlo dirigiendo con sus aliados nuestro destino desde La Moneda.
Nota de la Redacción:
Este artículo de plena actualidad fue tomado de Diario El Mercurio por considerar que el análisis que hace de las candidaturas “oficialistas” de Frei y Enríquez Ominami deben llevarnos a concluir la gravedad que tendría para Chile un eventual triunfo de cualesquiera de estos dos postulantes a la Primera Magistratura.