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Autocomplacencia en materia económica,
por Rodrigo Troncoso Olchevskaia.
La percepción general es que las autoridades se han mostrado satisfechas con su desempeño durante la actual crisis financiera mundial. Incluso han recibido elogios de países del primer mundo y organismos internacionales. El consenso es que la política económica del país es exitosa; sin embargo, como señala el economista Felipe Larraín, Chile no se encuentra ni entre los menos afectados por la crisis, ni tampoco en la lista de aquellos para los cuales se espera la más pronta recuperación.
La sensación de buen manejo económico se debe, en buena medida, a los enormes ahorros fiscales acumulados durante los últimos años. Efectivamente, las autoridades han defendido su política económica en torno a la llamada prudencia fiscal, un principio muy loable en una región históricamente irresponsable. A pesar de esto, la necesidad de mantener este fondo sobredimensionado para poder implementar políticas fiscales contracíclicas debería constituir una fuente de preocupación. Chile no es un país rico y ahorrar en exceso implica un gran sacrificio en términos de postergar inversiones muy necesarias en infraestructura, reforma del Estado y educación; es decir, postergar desarrollo.
El prestigioso economista Ricardo Caballero, del MIT, ha señalado en reiteradas ocasiones que la vulnerabilidad de Chile a los vaivenes internacionales se debe a la poca confianza que aún nos tienen los mercados financieros internacionales. Justo cuando más necesitamos financiamiento, el mundo nos lo restringe. Esto no ocurre con países más desarrollados, que cuentan con mayor credibilidad. Y con razón, considerando que tan sólo el año pasado sectores de gobierno presionaban para que se gastaran todos los ahorros fiscales antes de que terminara el período presidencial: una irresponsabilidad. Aunque afortunadamente eso no se hizo, es una muy mala señal en lo que se refiere a confianza.
La confianza de los mercados internacionales se gana con un compromiso por el desarrollo y las buenas políticas a largo plazo, más allá de las campañas. Esto se manifiesta, necesariamente, en un sólido crecimiento económico, como el que han mostrado varias economías asiáticas. Por el contrario, Chile no crece a niveles aceptables desde hace más de una década y nada parece indicar que algo va a cambiar en el futuro. En estas circunstancias, difícilmente se puede catalogar a la política económica de los últimos años como exitosa.