Chile y Perú parecen no advertir el mal estado de sus deterioradas relaciones oficiales. No asumen las consecuencias internas e internacionales de sus tensiones.
Son públicos los recíprocos insultos entre Evo Morales y Alan García. Nosotros continuamos sin relaciones diplomáticas con Bolivia, reduciendo los desencuentros con una sobre-expectativa marítima de previsible mal desenlace, omitiendo que su Presidente es el mayor adversario del mandatario peruano. Tampoco son remotos los conflictos armados entre Perú y Ecuador. Con Argentina esta semana se concretó la amenaza de ninguna molécula de gas para Chile, convenida entre Morales y los Kirchner. Ahora está la seguidilla de ácidos intercambios verbales entre ministros de defensa y cancilleres de Chile y Perú. No es fácil determinar quién está peor con sus vecinos: si Perú o Chile.
Con torpeza, como si fueran inexpertos, los dos gobiernos practican la diplomacia a través de la prensa, en una espiral de absurdos y mutuos envalentonamientos.
El último pretexto peruano, en el que hemos enganchado, es un ejercicio organizado por la Fuerza Aérea de Chile. Son juegos de guerra, juegos al fin.
Participan, además, Argentina, Brasil, Estados Unidos y Francia. Es una operación para reforzar los lazos entre las fuerzas aéreas participantes, y está diseñada para intervenir donde peligre la mantención de la paz. Por los incomprensibles reclamos peruanos, se ha reformulado estratégicamente el lugar teórico de los ejercicios, antes en un supuesto territorio continental, y ahora en virtuales islas amagadas por fuerzas foráneas. El cambio del ficto lugar según un pasquín peruano es una rendición. El ministro de defensa chileno le dio en el gusto y volvió a los titulares replicando: "Chile no se ha rendido nunca. ¿Está claro?".
A las maniobras aéreas seguirán seguramente las diplomáticas, para dar formalmente por superado este incidente. Pero si no hay conciencia de los perjuicios y riesgos, como parece que está sucediendo, vendrán otros episodios conflictivos, probablemente más ásperos. Esa ha sido la constante últimamente.
Alan García hace rato que se envolvió en la bandera peruana para mejorar su declinante popularidad, atraer a los nacionalistas y para presentarnos en La Haya como agresores y usurpadores.
Nada cambiará la realidad si no hay un trabajo profesional y sereno, en las dos cancillerías, para encauzar constructivamente los vínculos bilaterales.
Las diplomacias de Chile y Perú están dando un triste espectáculo frente a decenas de miles de chilenos y peruanos que conviven pacíficamente y aumentan sus intercambios y negocios como nunca antes en su historia.