Portales y Lagos, por Gonzalo Rojas Sánchez.(*)
Cartas, muchas cartas; una que otra memoria ministerial; varios artículos de prensa y decenas de decretos que llevan su firma junto a la del presidente Prieto: eso es todo lo que conservamos del ministro Diego Portales, de cuyo asesinato a los 44 años de edad se acaban de cumplir en Junio los 170 años.
El ministro trabajaba mucho más haciendo y haciendo-hacer, que escribiendo tratados. No dejó ninguno explícito, pero la carta aquella en que se quejaba del mal funcionamiento del principal resorte de la máquina, (1832) y la otra, diez años anterior, sobre la forma de gobierno que prefería para Chile, son un verdadero resumen de teoría política, apenas en 20 líneas.
La República, ésa a la que el presidente inaugurador se refería tanto y tan retóricamente en su mandato entre el 2000 y el 2006, Portales la concebía de un modo muy diferente a como la plasmó Lagos.
Para el ministro, la República debía estar en mano de los mejores, de los hombres modelos de virtud y patriotismo, con el claro objetivo de enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes: moralizarlos, afirmaba Portales, sin rubores de agnóstico postmoderno. Sin ningún complejo, el hombre que reconocía no portarse bien en privado, a partir de su intachable accionar público podía exigirle patriotismo, amor al orden, honor, lealtad, laboriosidad, entusiasmo, destrezas, idiomas, cultura, a quienes buscasen en la administración pública una posición de servicio. Buenas costumbres y decente comportamiento, insistía el ministro que debían tener esas personas. El mérito y no las influencias, ésa era su carta de presentación.
¿El mejor ejemplo? Un Manuel Montt, natural de Petorca, incorporado por el propio Portales al Ministerio del Interior el mismo año 1837, poco antes de la muerte del ministro. Qué ojo... Y Rengifo, y García Reyes y Sanfuentes y Varas y Vallejo y Vila y... Desde ellos mismos se fue construyendo, sepultado ya el ministro, esa administración ejemplar que resistió durante gran parte del siglo XIX los embates de las oligarquías partidistas en formación, hasta que desde poco antes de 1891 las influencias y los pitutos la minaran, llevándola ya en el siglo XX a ser capturada primero por el PR y por el PDC, y trozada y repartida después durante la UP.
Sólo un nuevo Montt, el presidente Pinochet, pudo comprender la magnitud del desastre administrativo y, recurriendo a Portales una y otra vez -desde el edificio hasta la búsqueda de los nuevos Montt y Varas: los Kast y los Cardemil, por cientos- pudo restablecer en clave portaliana unos equipos de servidores públicos ejemplares, a los que el mismo Jorge Alessandri, ya en el ocaso de su vida y bastante distanciado de Pinochet, calificaría simplemente como funcionarios "de lujo".
Después vendría la Concertación. A Portales lo harían compartir plaza con Allende y con Frei; a sus principios, los desplazarían las prácticas de allendistas y freístas. Chao administración virtuosa.
Por eso hoy, en el imprescindible empeño opositor por colocar a Ricardo Lagos en el sitial que de verdad se merece (¿de qué mérito, me habla, qué virtudes exhibió?), Portales es el reactivo indispensable. Úseselo en las dosis necesarias.
(*)Gonzalo Rojas Sánchez es un distinguido jurisconsulto y un historiador talentoso. Destaca además como profesor universitario y formador de juventudes. En la foto con un grupo de jóvenes de la Quinta Región.