Es casi inevitable sentir muchas veces cierta desazón. La realidad golpea con mucha fuerza y genera una permanente sensación de impotencia. Lo que nos sucede como sociedad parece inmodificable. Muchos, hasta con cierta resignación, solo atinan a describir lo que los rodea, casi como meros observadores.
Corrupción por doquier, impunidad a la orden del día, injusticia cotidiana, problemas estructurales que jamás siquiera son abordados, ineficiencias y burocracia son solo parte de una larga nómina que parece describirnos como sociedad con demasiada precisión.
Sin embargo, en medio de tanto pesimismo y un panorama que se desdibuja, plagado de intentos manipuladores de la política, provocaciones a la sociedad y un sinsentido de contradictorias declaraciones, un fenómeno social novedoso esta asomando.
Como muy pocas veces antes, aparece gente "involucrada" con los acontecimientos políticos. Ya no se trata de la bronca de finales del 2001. Esta vez no es el "que se vayan todos". Aparece un estado de compromiso social con los hechos cotidianos.
El conflicto con el campo se ha constituido en un disparador eficiente. Es que el tema impacta en forma transversal a muchas comunidades de nuestro país. Su universalidad como cuestión federal ha jugado un papel clave para que se convierta en un motor para la participación ciudadana.
El grosero error del oficialismo, al elegir un enemigo tan inadecuado para su modelo impune de ejercer el poder, ha despertado las más profundas convicciones de muchos ciudadanos. Inclusive en las filas del propio partido gobernante este proceso esta generando esa movilidad que no tenia tiempo atrás.
El tema del campo, funcionó como la punta del ovillo, pero este proceso de cambio recién se inicia. Se advierte a cada paso, y no precisamente en detalles menores, sino en importantes cambios en la sociedad.
La discusión política, la opinión, la información sobre lo que ha sucedido en las últimas horas, aparece allí donde antes no estaba. En el chiste, en el speach del locutor del programa musical que jamás antes se hubiera ocupado del asunto, en la profundidad de la opinión que cada ciudadano comparte con libertad en la charla de amigos, en el correo electrónico que se recibe a diario, que ahora expresa la problemática actual dejando de lado el mensaje superficial. Lo vemos a cada momento. Banderas en las casas, no solo en fechas patrias, carteles que dicen "estoy con el campo" en comercios, vehículos y hogares sin temor a la represalia de esa expresión genuina.
Se esta gestando un cambio. Resulta evidente. Ya empezamos a conocer los nombres y apellidos de los legisladores y exigimos que éste o aquel tomen posiciones, aun la que no deseamos. Ya no aceptamos a los tibios como una alternativa.
Empezamos a profundizar nuestros conocimientos sobre como funciona la República y su división de poderes. Ampliamos nuestras fronteras hasta aspectos de forma, como el funcionamiento de una comisión en una cámara legislativa, los despachos en mayoría y minoría, los mecanismos de aprobación de una norma, y los pormenores del debate parlamentario.
A diferencia de otras veces, tenemos la sensación de que este desmemoriado pueblo no perderá tan fácil el registro de lo que acontece y que cada vez menos, aceptará con complacencia la excesiva versatilidad del discurso, de esos que se permiten decir blanco hoy y negro mañana, para aparecer luego colados en las listas sabanas o incluso, mas audaces ellos, aspirando a cargos ejecutivos.
Nuestra historia esta repleta de esas contradicciones y no es que un dirigente político no pueda revisar sus propias opiniones. Muy por el contrario, su cambio de parecer hablaría muy bien de él, si fuera éste el resultado de un profundo análisis acerca de lo que ha hecho mal, ya sea apoyar a un político que luego lo defraudó, o bien tomar una decisión equivocada.
Pero para desdecirse, hay que tener la suficiente fortaleza personal y honestidad intelectual, como para reconocer que aquello fue un error, y no desplegar una artillería de justificaciones para explicar porque SI estuvo de acuerdo tiempo atrás y NO ahora.
Los medios de comunicación tradicionales, y su complementariedad con los más modernos que la tecnología ofrece, se han convertido en la herramienta más eficaz de este cambio. La variedad de opciones a las que accedemos como ciudadanos para enterarnos de lo que sucede, por medio de los mas habituales medios gráficos, radiales y televisivos, se ven enriquecidos hoy por la multiplicidad de oportunidades que disponemos a través del correo electrónico, portales en Internet, blogs y redes sociales.
No solo ofrecen nuevas alternativas de comunicación, sino que implican una diversidad de opinión, una pluralidad infrecuente en la tradición periodística. Lo más importante, es que funcionan como una garantía para que los medios tradicionales no se desvíen considerablemente de la verdad. Ya no lo pueden hacer, al menos no, sin correr el riesgo de perder su mayor capital, la credibilidad.
Los periodistas modernos ya no pueden obviar temas, ignorar situaciones, incluso ni siquiera se pueden dar el lujo de no tener opinión al respecto de lo que sucede. Se les seguirá pidiendo objetividad e independencia, pero no se les aceptará, tan complacientemente, posiciones indefinidas.
En medio de tanta desazón, se abre una puerta a la esperanza. Algo esta cambiando entre nosotros. Los ciudadanos estamos recobrando un protagonismo que nunca antes debimos relegar. Los políticos, los dirigentes, los comunicadores tendrán que ejercer sus tareas, ya no con la impunidad de otros tiempos, sino con la renovada mirada de esta nueva versión de ciudadanos informados, comprometidos y menos desprevenidos que tendrán su juicio critico a la orden del día, para tratar de que su memoria no les juegue una mala pasada la próxima vez que alguien pretenda manipularlos.
Solo aquellos que sepan visualizar lo que esta sucediendo, tendrán alguna chance de perdurar en la mente de cada uno de los que deseamos que esto empiece a mostrarnos giros relevantes. Estamos frente a una oportunidad. Una anónima, silenciosa, pero abrumadora revolución de muchos. Quien no lo interprete adecuadamente, quedará fuera del juego. Es evidente, que algo esta cambiando.
Alberto Medina Méndez
Corrientes – Corrientes - Argentina
Corrupción por doquier, impunidad a la orden del día, injusticia cotidiana, problemas estructurales que jamás siquiera son abordados, ineficiencias y burocracia son solo parte de una larga nómina que parece describirnos como sociedad con demasiada precisión.
Sin embargo, en medio de tanto pesimismo y un panorama que se desdibuja, plagado de intentos manipuladores de la política, provocaciones a la sociedad y un sinsentido de contradictorias declaraciones, un fenómeno social novedoso esta asomando.
Como muy pocas veces antes, aparece gente "involucrada" con los acontecimientos políticos. Ya no se trata de la bronca de finales del 2001. Esta vez no es el "que se vayan todos". Aparece un estado de compromiso social con los hechos cotidianos.
El conflicto con el campo se ha constituido en un disparador eficiente. Es que el tema impacta en forma transversal a muchas comunidades de nuestro país. Su universalidad como cuestión federal ha jugado un papel clave para que se convierta en un motor para la participación ciudadana.
El grosero error del oficialismo, al elegir un enemigo tan inadecuado para su modelo impune de ejercer el poder, ha despertado las más profundas convicciones de muchos ciudadanos. Inclusive en las filas del propio partido gobernante este proceso esta generando esa movilidad que no tenia tiempo atrás.
El tema del campo, funcionó como la punta del ovillo, pero este proceso de cambio recién se inicia. Se advierte a cada paso, y no precisamente en detalles menores, sino en importantes cambios en la sociedad.
La discusión política, la opinión, la información sobre lo que ha sucedido en las últimas horas, aparece allí donde antes no estaba. En el chiste, en el speach del locutor del programa musical que jamás antes se hubiera ocupado del asunto, en la profundidad de la opinión que cada ciudadano comparte con libertad en la charla de amigos, en el correo electrónico que se recibe a diario, que ahora expresa la problemática actual dejando de lado el mensaje superficial. Lo vemos a cada momento. Banderas en las casas, no solo en fechas patrias, carteles que dicen "estoy con el campo" en comercios, vehículos y hogares sin temor a la represalia de esa expresión genuina.
Se esta gestando un cambio. Resulta evidente. Ya empezamos a conocer los nombres y apellidos de los legisladores y exigimos que éste o aquel tomen posiciones, aun la que no deseamos. Ya no aceptamos a los tibios como una alternativa.
Empezamos a profundizar nuestros conocimientos sobre como funciona la República y su división de poderes. Ampliamos nuestras fronteras hasta aspectos de forma, como el funcionamiento de una comisión en una cámara legislativa, los despachos en mayoría y minoría, los mecanismos de aprobación de una norma, y los pormenores del debate parlamentario.
A diferencia de otras veces, tenemos la sensación de que este desmemoriado pueblo no perderá tan fácil el registro de lo que acontece y que cada vez menos, aceptará con complacencia la excesiva versatilidad del discurso, de esos que se permiten decir blanco hoy y negro mañana, para aparecer luego colados en las listas sabanas o incluso, mas audaces ellos, aspirando a cargos ejecutivos.
Nuestra historia esta repleta de esas contradicciones y no es que un dirigente político no pueda revisar sus propias opiniones. Muy por el contrario, su cambio de parecer hablaría muy bien de él, si fuera éste el resultado de un profundo análisis acerca de lo que ha hecho mal, ya sea apoyar a un político que luego lo defraudó, o bien tomar una decisión equivocada.
Pero para desdecirse, hay que tener la suficiente fortaleza personal y honestidad intelectual, como para reconocer que aquello fue un error, y no desplegar una artillería de justificaciones para explicar porque SI estuvo de acuerdo tiempo atrás y NO ahora.
Los medios de comunicación tradicionales, y su complementariedad con los más modernos que la tecnología ofrece, se han convertido en la herramienta más eficaz de este cambio. La variedad de opciones a las que accedemos como ciudadanos para enterarnos de lo que sucede, por medio de los mas habituales medios gráficos, radiales y televisivos, se ven enriquecidos hoy por la multiplicidad de oportunidades que disponemos a través del correo electrónico, portales en Internet, blogs y redes sociales.
No solo ofrecen nuevas alternativas de comunicación, sino que implican una diversidad de opinión, una pluralidad infrecuente en la tradición periodística. Lo más importante, es que funcionan como una garantía para que los medios tradicionales no se desvíen considerablemente de la verdad. Ya no lo pueden hacer, al menos no, sin correr el riesgo de perder su mayor capital, la credibilidad.
Los periodistas modernos ya no pueden obviar temas, ignorar situaciones, incluso ni siquiera se pueden dar el lujo de no tener opinión al respecto de lo que sucede. Se les seguirá pidiendo objetividad e independencia, pero no se les aceptará, tan complacientemente, posiciones indefinidas.
En medio de tanta desazón, se abre una puerta a la esperanza. Algo esta cambiando entre nosotros. Los ciudadanos estamos recobrando un protagonismo que nunca antes debimos relegar. Los políticos, los dirigentes, los comunicadores tendrán que ejercer sus tareas, ya no con la impunidad de otros tiempos, sino con la renovada mirada de esta nueva versión de ciudadanos informados, comprometidos y menos desprevenidos que tendrán su juicio critico a la orden del día, para tratar de que su memoria no les juegue una mala pasada la próxima vez que alguien pretenda manipularlos.
Solo aquellos que sepan visualizar lo que esta sucediendo, tendrán alguna chance de perdurar en la mente de cada uno de los que deseamos que esto empiece a mostrarnos giros relevantes. Estamos frente a una oportunidad. Una anónima, silenciosa, pero abrumadora revolución de muchos. Quien no lo interprete adecuadamente, quedará fuera del juego. Es evidente, que algo esta cambiando.
Alberto Medina Méndez
Corrientes – Corrientes - Argentina
La nota se refiere a Argentina, pero, por Dios que calza bien con lo que sucede en nuestro país.