En esta ciudad, en la que resido, un grupo de padres, preocupados por la problemática de los adolescentes, decidimos reunirnos para abrir un espacio para el debate, la reflexión y la opinión.
La convocatoria fue interesante. Los medios de comunicación acompañaron con mucha difusión. El interés manifestado generó la oportunidad de ensayar juntos una nueva forma de construir, desde el consenso, desde el acuerdo.
Los problemas parecieron comunes a todos. Angustian y preocupan. Esta iniciativa, probablemente, inaugure una forma diferente en la que la sociedad civil, lejos de los partidos políticos, pero con un compromiso con el futuro de la sociedad, se anime a discutir, a profundizar un poco mas acerca de lo que nos pasa.
La reunión sirvió para hacer catarsis, transmitiendo cierta impotencia frente a tanta abrumadora realidad. Pero sirvió para reflexionar, para que esos problemas que están presentes, aunque no los hablemos, se nos hagan carne. Apareció la autocrítica, una actitud positiva que nos puede encaminar para intentar soluciones posibles.
Estos padres de mi ciudad, dieron un paso. Uno aislado por ahora. Se encontrarán en el camino con muchos inconvenientes. El primero de ellos, será mantener el entusiasmo. En una sociedad en la que gobierna lo "reactivo" cada vez que algo comienza, muchos se preguntan cuanto durará, es decir en que instancia se agotarán las ganas.
Es que historias como esas abundan. De hecho quienes somos padres pasamos por esto a diario. Nos ponemos las pilas para enfrentar determinadas circunstancias, pero luego nos dejamos vencer por esa sensación de que resulta imposible modificar la realidad que nos invade cotidianamente.
Pronto, este grupo de padres se volverá a reunir. Muchos manifiestan su adhesión a lo ocurrido y pretenden entusiasmar a los que están haciendo el intento. Dicen "que bueno, sigan adelante ".
Y es inevitable entonces preguntarse porque esa parte de la sociedad prefiere aplaudir, alentar, estimular, en vez de sumarse, de involucrarse ?. Nos rodea irremediablemente la sensación de que un sector de la sociedad prefiere que OTROS se ocupen de los problemas. Así caemos en la "delegación", en patear el problema afuera.
No nos debe llamar la atención. Después de todo hacemos lo mismo en casi todo lo que nos sucede a diario. Delegar, en definitiva, es el verbo que conjugamos socialmente con mayor frecuencia.
Es probable que aún no se haya comprendido que se puede delegar la tarea, pero NO la responsabilidad. Es posible que muchos crean que porque vivimos en democracias "representativas", eso hace que los que nos "representan" sean los responsables principales de lo que nos sucede.
Es que fueron elegidos para ocuparse de esas cuestiones y por lo tanto deben hacer lo que le hemos encomendado. Es cierto que ellos deben hacerlo. Es lo que le hemos pedido desde nuestro lugar de ciudadanos. Lo que aún no hemos incorporado, es que solo podemos delegar la gestión, la tarea, el esfuerzo, pero de manera alguna podemos quitarnos la responsabilidad.
Lo que nos pasa tiene que ver con lo que hacemos y tambien con lo que dejamos de hacer. Somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos. Muchos prefieren creer que ignorando la responsabilidad que nos cabe, el problema no existe o desaparece. Saben que de esta manera, al menos, podrán encontrar "chivos expiatorios" en forma sistemática.
Asumir que tenemos muchos vicios, que cometemos demasiadas equivocaciones es complejo de asimilar. Así, termina resultando más simple elegir políticos para luego cargar contra ellos frente a cada fracaso de quienes asumieron esa representatividad.
La próxima elección nos brinda entonces, la posibilidad de empezar de nuevo y así hasta el infinito. Tal vez haya que revisar esto del compromiso. Meternos de lleno, en el barrio, en el club, en las organizaciones sectoriales y hasta en los partidos. Transformar la realidad precisa de "trabajadores del cambio". Del otro lado, un grupo de activos militantes del "status quo", esos que se ocupan de hacer lo suyo para que el sistema no sufra modificaciones. Su aggiornamiento debe ser tan imperceptible que no perjudique a los múltiples negocios que sobreviven gracias a la indiferencia de la mayoría.
Tal vez, en algún momento comprendamos que nuestra irresponsable desidia es funcional a los que se aprovechan de nuestra, siempre oportuna, apatía.
Ellos saben que solo nos quejamos, lo hacemos amargamente, pero se nos pasa pronto. Solo hasta que nos volvemos a ilusionar con el siguiente Mesías, el que nos ofrecerá la solución mágica a esos problemas que no queremos enfrentar. Tampoco nos enfocamos en analizarlos desde el protagonismo que ocupamos cada día cuando, con nuestras acciones explicitas y nuestras omisiones permanentes, construimos el presente, para terminar responsabilizando a otros de lo que nos pasa.
La hipocresía convive entre nosotros. Tal vez, no debamos renegar de ello, pero si asumirlo con la suficiente valentía como para intentar modificar ALGO de eso que tanto aborrecemos en los demás y tanto nos cuesta corregir en nosotros mismos.
Una nueva reunión de estos padres de mi ciudad se aproxima. Es tiempo de no hacernos los distraídos. Estamos TODOS convocados. No es necesario estimular a nadie, ni elogiar a otros. Hace falta algo un poco mas sacrificado. Se trata de comprometerse. La política nos propone desafíos similares. La próxima vez que veamos algo que nos genera rechazo, preguntémonos que estamos haciendo NOSOTROS para que eso no suceda. El cambio necesita de trabajadores que se ocupen de modificar la realidad..A no hacerse los distraídos.