¿El talón de Aquiles del nuevo Mandatario?,
por Juan Carlos Altamirano.
El nuevo gobierno tiene una agenda cargada en relación con el futuro de la televisión chilena y la digitalización del país. En lo concreto, sería un gran avance fomentar el empleo de las TIC —la tecnología de la información y las comunicaciones— para mejorar la educación y en la modernización del Estado.
Otro punto de esta agenda es el desafío de iniciar la transición de la televisión análoga a la digital. El gobierno de Bachelet puso la primera piedra cuando escogió —para bien o para mal— el sistema japonés. El nuevo gobierno tiene ahora la responsabilidad de fomentar este proceso, y ayudar a que se haga realidad una televisión digital de “excelencia” para el Chile del bicentenario.
Una prioridad, en esta transición a lo digital, es fijar las reglas del juego que demarcarán el nuevo sistema de televisión. El gobierno de Bachelet ya presentó un proyecto de ley, el cual descansa en el Congreso por falta de consensos a todo nivel. La interrogante es qué hará el gobierno de Piñera con esta iniciativa. ¿La retirará? ¿Presentará modificaciones? ¿La replanteará? La pregunta es relevante, pues en esta ley están en juego las funciones y responsabilidades que tendrá el Consejo Nacional de Televisión —el órgano que supervisa, regula y fomenta la “calidad” de la televisión chilena— en la era digital.
También en este proyecto está en juego el futuro de TVN. Es necesario legislar para permitir que el canal funcione adecuadamente dentro del nuevo sistema digital y se garantice su “calidad”, como televisión pública de todos los chilenos. A su vez, si el sello del nuevo gobierno es “el cambio”, cabe preguntarse qué transformaciones se realizarán al interior de TVN. ¿Veremos simplemente el cambio del presidente del directorio y del director ejecutivo, como ocurrió en todos los gobiernos de la Concertación, o bien se pretende introducir cambios sustanciales al modelo actual?
No obstante la magnitud de esta agenda, el problema inmediato que tiene el Presidente electo es el tema de Chilevisión y su traspaso a la Fundación Cultura y Sociedad.
La idea de que una fundación asuma la propiedad y control de un canal de TV abierta, puede ser un esquema innovador. Hay que considerar que, por definición, una fundación no tiene fines de lucro y, por principio, su misión es promover un determinado servicio social. Por consiguiente, desde esta perspectiva, “la solución Piñera” podría ser una buena fórmula de gobierno corporativo y financiamiento para los nuevos canales de TV abierta que potencialmente se creen con la digitalización.
Sin embargo, para Chilevisión el esquema en cuestión tiene de “agrio y dulce”: dado que el nuevo dueño —la Fundación Cultura y Sociedad— no tiene fines de lucro, las cuantiosas ganancias que deja el canal estarían eventualmente destinadas a ser reinvertidas, con lo cual tendría el potencial de crecer considerablemente.
Por otro lado, la Fundación debería fijarle una nueva misión y línea editorial a Chilevisión, de tal modo que su programación esté en concordancia con la declaración de principios de la entidad: el compromiso de fomentar la cultura, la educación y el desarrollo social. Esto significa que habrá un permanente escrutinio público y político sobre si la misión de la Fundación y de su canal se cumple o, bien, si es una simple pantalla.
A nivel coyuntural, el problema de fondo que tiene el Presidente electo es que deberá convencer al país de que no tendrá conflicto de interés luego del traspaso de la propiedad a la Fundación. El tema se hará más conflictivo si él mantiene el control de esta última. Por otro lado, no es fácil pensar que no habrá conflicto de interés cuando el mismo Mandatario tenga que tomar decisiones respecto de la agenda de temas pendientes recién mencionada. Después de todo, Chilevisión es un “player” importante, cuya posición está directamente relacionada —a través de la competencia— con lo que ocurra con TVN, con el Consejo Nacional de Televisión y las reglas del juego que regirán la TV digital.
La otra posibilidad es que su gobierno no tome resoluciones sobre la agenda planteada, de tal modo que no exista sospecha alguna de posibles conflictos. Esta última alternativa sería lamentable.
La verdad es que el nuevo Presidente está metido en un zapato chino al no querer deshacerse por completo de Chilevisión, por lo cual el tema del conflicto de interés podría convertirse en su talón de Aquiles o en una telenovela de nunca terminar.