viernes, enero 29, 2010

¿quién, en su sano juicio, podría sentirse atraído o estimulado por un montón de basura pútrida?


¿Quién Necesita la "Kurtura"?,
por Rodrigo Lema González

Por cultura -del lat. cultura, a su vez derivado de colere: cultivar- podemos entender muchas cosas. Sin ir más lejos, Alfred Kroeber y Clydle Kluckhohn compilaron 164 definiciones diferentes del concepto en su obra Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions. Sin embargo, las tres más utilizadas son las siguientes:

  • Excelencia de gusto en las bellas artes y demás ramas de las humanidades -también conocida como alta cultura-.
  • Un patrón integrado por el conocimiento humano, las creencias y los pensamientos que depende del pensamiento simbólico y el aprendizaje social.
  • El conjunto de actitudes, valores, prácticas y metas compartidas que son propias de cualquier organización, institución o grupo humano

Para el caso que nos convoca, quisiera referirme a la primera variante de un concepto que se ha convertido en la piedra angular de la antropología. En la actualidad, las lides artísticas han sido capturadas por los autodenominados "progresistas". Sus muestras más evidentes han sido diversas banderas que han colgado en los muros del fortín, como obras teatrales con curiosas interpretaciones históricas, así como de las jerarquías sociales; desfiles de marionetas más grandes que el muñeco de Michelin -aprovecho la ocasión para mandarle saludos afectusos al gordito- por las calles de nuestra capital; museos cuya temática no ahondaré aquí y tantos otros ejemplos que se me quedan en el tintero.

Sumémosle a esto los contenidos de nuestras telenovelas -que a estas alturas parecen novelas policiales de baja estofa que harían hervir de rabia a todos los autores clásicos, desde Poe hasta Simenon-, añada todo en su licuadora más cercana, agítelo por dos minutos a velocidad máxima, y obtendrá una dosis king size de la bebida del momento: "Kurtura".

Ahora, para completar el cuadro, los ocupantes de la fortaleza número 24-B de la calle principal sacan la lengua, y en un gesto de arrogancia suprema, vociferan a los cuatro vientos que a la derecha"no le interesa la cultura".

Aunque en un principio puede sonar ofensivo -y lo es-, tienen algo de razón. Después de todo, ¿quién, en su sano juicio, podría sentirse atraído o estimulado por un montón de basura pútrida?

Es un hecho que las personas de derecha se inclinan por las profesiones prácticas -como ingeniería, derecho, ciencias e informática- donde lo exacto es la norma. Lo abstracto no tiene cabida en estos universos. Sin embargo, fuera del trabajo, una cosa no excluye la otra. Este grupo de individuos sí se interesa por la cultura, pero no por el mejunje venenoso que les ofrecen en primera instancia.

Instancias como la Feria del Libro -que visito religiosamente cada año, y de la que siempre vuelvo con nuevos títulos para mi biblioteca-; una buena obra de teatro o una ópera clásica; festivales de música al aire libre y en una grata atmósfera -como el que Providencia realiza cada verano-; exposiciones de pinturas o esculturas de autores famosos, y tantas otras muestras son los ingredientes de la cultura, la verdadera, que sigue viva y coleando a pesar de los enormes esfuerzos por borrarla del mapa. A estas instancias va muchísima gente, mucha más de la que los prejuicios y los medios muestran en sus reducidas notas de vida social. Algunos todavía siguen tomando la verdadera infusión, dejando de lado la imitación barata.

Porque, aunque a muchos les pese, lo que muchos desean ver ver no es "kurtura", damas y caballeros. La barra está ordenando decenas de galones de cultura, pura y dura -y no olvidemos refrescante-.
-como llaman despectivamente a todos quienes no viven en su corral-

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