viernes, marzo 12, 2010

Interrogantes desde la distancia , por Roberto Ampuero .

Interrogantes desde la distancia ,

por Roberto Ampuero.

Me tocó experimentar el terremoto y el maremoto desde fuera, sólo a través de la televisión, internet, el teléfono y Skype. Como muchos compatriotas que residen en el exterior, transité de la impresión de que se trataba de “otro terremoto”, en el cual el Gobierno controlaba la situación gracias a nuestra cultura sísmica, al azoro al enterarme de la comedia inicial de equivocaciones entre autoridades, del tardío despliegue de militares en la zona devastada y de los saqueos. En horas, Chile pasó de ser un país serio y ducho en manejar catástrofes a uno donde reinaban desastre, improvisación y caos social.

Desde la distancia no soy general después de la batalla, pero tengo preguntas. Por ejemplo, si al reconstruir los pueblos costeros nos proponemos hacerlo en el mismo sitio, es decir, allí donde pueden sufrir nuevos maremotos. A diferencia del terremoto, que se enfrenta con construcciones antisísmicas, no hay forma de salir bien parado del maremoto. Me pregunto también si el país va a continuar por la senda del centralismo extremo, delicada amenaza a la seguridad nacional. ¿Qué ocurriría si sufriésemos un megaterremoto con epicentro en el Gran Santiago? ¿No colapsaría además la economía nacional y quedaríamos acéfalos? ¿No es una irresponsabilidad que un país tan sísmico esté tan centralizado?

También me pregunto si los políticos, tras los saqueos, planean ver qué se esconde debajo del vandalismo masivo y endurecer las leyes para brindar seguridad a la población. El temor en que viven los chilenos es sólo la punta de un iceberg que vimos íntegro durante el pillaje masivo, que dio la vuelta al mundo y fue perpetrado por bandas que operan en cuanto emerge un vacío de poder. Me pregunto igualmente si la escena en que el carabinero Jorge Hinojosa amenaza con pistola a un saqueador no expresará la saturación e impotencia del país ante la desfachatez con que vienen actuando los delincuentes. Me asalta otra duda: ¿No existe un protocolo que establezca un calendario en el cual el gobierno saliente informe al gobierno electo sobre las tareas que heredará? ¿Por qué el inicio de esa colaboración depende de la voluntad del líder saliente y no hay regulaciones razonables al respecto?

Por último, me pregunto si no habrá llegado el instante para que la Concertación revise su añeja visión de las Fuerzas Armadas. Que éstas fuesen recibidas con aplausos en zonas devastadas y que, junto a Carabineros, sean las instituciones mejor evaluadas del país, sugiere que el Chile real evoluciona más rápido que lo imaginado. Hay que reconocer que perduran visiones sobre los militares que están ancladas en el pasado. Es contradictorio, pues implica que la Concertación desconfía de un logro de su transición: la existencia de un ejército profesional, no deliberante y subordinado al poder civil. ¿Por qué un gobierno envía con entusiasmo a sus militares a riesgosas misiones internacionales, que generan prestigio a la nación, pero recela de ellos en Chile? Debe superarse ese doble estándar con urgencia. Urge esto, porque la realidad cambió y porque se avecina una etapa ardua, en que populistas se sentirán inclinados a presentar al nuevo gobierno y las Fuerzas Armadas como una supuesta reencarnación de un pasado que quedó definitivamente sepultado.



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Los pueblos que no se defienden seguramente pierden sus libertades. http://reaccionchilena.blogspot.com/
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