jueves, mayo 13, 2010

La radiografía, por Max Colodro.


La radiografía,

por Max Colodro.

Era inevitable: más temprano que tarde algún integrante del núcleo histórico de la Concertación abriría los fuegos respecto a las causas de la derrota, trizando el mutismo de las filas y poniendo los dedos sobre las llagas. Era algo necesario y tendrá sin duda efectos positivos, más allá de si se comparten o no muchas de las tesis y diagnósticos puestos en circulación por Eugenio Tironi. El estruendo y las réplicas han sido grandes y lo serán aún más, ya que su autor no sólo ha sido parte del ethos concertacionista durante más de veinte años, uno de sus principales referentes intelectuales, sino porque, también, le tocó jugar un papel gravitante en el diseño y el despliegue de una campaña que terminó estrellándose contra el muro de una derrota sin bemoles.

Empieza a quebrarse el pacto de silencio; cae el telón de los eufemismos. Queda atrás el eco de ese ridículo cónclave realizado en abril, donde nadie estuvo dispuesto a iniciar la autocrítica pura y dura. Hoy, y al margen de cualquier otra intención que se le asigne, Tironi mueve el piso y lo hace poniendo en tela de juicio aspectos fundamentales: la calidad y pertinencia de Eduardo Frei como candidato; el rol y la responsabilidad de la ex Presidenta Bachelet en el fracaso de su coalición; la «lectura equivocada» que se tuvo del fenómeno ME-O y de sus consecuencia y, por último, la incapacidad de la Concertación para entender la naturaleza de los cambios que había vivido el país en los últimos años.

Ahí están precisamente muchas de las claves de la derrota, aunque no todas. Es cierto que Frei era un mal candidato, que representaba mucho más al pasado que al futuro. Es cierto que la Concertación realizó unas primarias vergonzosas, que cerró las puertas al debate y a la competencia, especialmente, de la generación de recambio. Es cierto que Bachelet y su gobierno tuvieron una responsabilidad enorme al dinamitar buena parte de la gestión de su antecesor, sin la más mínima lealtad y compromiso con la «obra» de la Concertación. Es verdad que no se entendió nada de lo que representó la irrupción de Marco y que el comando de Frei se vio atrapado por la fuerza de un tsunami electoral incontrarrestable. Es cierto, por último, que no fueron capaces de entender la profundidad de los cambios en la sociedad chilena y que siguieron hablándole a la gente de un país que ya no existía. Todo eso es verdad, pero falta sin duda algo más: las causas de fondo que explican toda esa «sintomatología». Eugenio Tironi ha dicho en estos días que la principal razón de la derrota tiene nombre y apellido: Marco Enríquez. En eso, al menos, se equivoca: la principal causa del fracaso electoral fue la propia Concertación.

Fue la Concertación la que no quiso «leer» ni hacerse cargo de la naturaleza de su propio desgaste; la que llevaba más de una década perdiendo votos y no estuvo dispuesta a indagar en las causas. En las elecciones de alcalde del 2008 perdió casi todas las ciudades y comunas importantes, pero prefirió sacar cuentas alegres con el gran arrastre de votos que generaron las dos listas de concejales. Estuvieron tres años esperando que Lagos e Insulza se decidieran, y no promovieron ningún liderazgo nuevo, joven, sintonizado con el país emergente. Ingenuamente se aferraron a la popularidad de la ex Presidenta, soñando con que, tarde o temprano, dicha popularidad sería un factor electoral gravitante. Impusieron a un candidato débil de la peor manera posible y después exigieron «lealtad» e «incondicionalidad» frente a hechos consumados. Decidieron hacerle la guerra a Marco, ahondar todas las tensiones posibles, para generar un abismo que impidiera todo acercamiento en segunda vuelta. Se dirá que, al menos en ese punto, los que estuvimos con Marco también tenemos una gran responsabilidad: obvio que la tenemos, pero la Concertación no puede simplemente escupir al cielo y culpar al empedrado.

Correcta o incorrectamente, con ética o sin ella, Eugenio Tironi abrió las puertas de un debate imprescindible, una oportunidad que la centro-izquierda no debiera dejar pasar.


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