lunes, junio 21, 2010

Embajadores políticos y de carrera, por Hernán Felipe Errázuriz.


Embajadores políticos y de carrera,

por Hernán Felipe Errázuriz.

Pablo Neruda escribía en 1948: “Si usted nace tonto en Chile, pronto lo harán embajador”. En 1970 terminó siéndolo y se desempeñó admirablemente, sin ser diplomático profesional. Abrió puertas infranqueables en Francia, no sólo culturales. Genial fue su intervención en la renegociación de la deuda externa, en el Club de París. Desarmó a John Hennessy, secretario del Tesoro, que encabezó la delegación de Estados Unidos: le pidió “hacer honor a su apellido, de finísimo cognac, de final de banquete”. El poeta estaba secundado por el distinguido novelista y diplomático Jorge Edwards, hoy designado embajador en Francia.

Gabriel Valdés, Víctor Santa Cruz, Hernán Videla Lira, Francisco Bulnes Sanfuentes, Sergio Onofre Jarpa, Arturo Fontaine, Carlos Martínez, Horacio Walker, Miguel Schweitzer, Radomiro Tomic, Jorge Errázuriz, Sergio Larraín G-M., Máximo Pacheco, Aniceto Rodríguez, Luis Jerez, Francisco Orrego, Andrés Bianchi, Genaro Arriagada, José Rodríguez Elizondo y otros políticos, periodistas e intelectuales fueron excelentes embajadores en misiones importantes. Todos supieron observar la virtud de la modestia para respetar los consejos de sus colaboradores profesionales y las instrucciones de la Cancillería.

Hay embajadores competentes, incompetentes, atinados y desatinados, tanto en la carrera diplomática como entre los designados políticamente.

El Presidente Piñera ha nombrado más del 80 por ciento de embajadores de carrera. Con ello ha fortalecido la profesionalización del servicio exterior. Excepcionalmente, ha recurrido a personalidades que no formaban parte del mismo. El desacierto de las declaraciones de uno de ellos no invalida la racionalidad de otros nombramientos de esa categoría.

Los profesionales de la diplomacia tienen ventajas comparativas para servir de embajadores, por lo que deberían tener una primera opción, pero esos cargos no son ciencia ni arte oculto, reservados sólo a los funcionarios de la Cancillería.

El conocimiento internacional, la dedicación, el buen criterio, la lealtad y otras cualidades del diplomático ideal no son exclusividad ni están garantizadas por los embajadores de carrera: son exigibles a todos los nombramientos en esos cargos. Sucede a veces que los gobernantes, por conveniencia partidista, por compromiso, por presiones corporativas de la Cancillería o por amistad, omiten esas exigencias. También ocurre que algunos embajadores políticos, en vez de velar por los intereses del país, siguen sus agendas personales. Aunque según Harold Nicolson “el carácter y la inteligencia del diplomático valen igual en Varsovia como en Buenos Aires”, hay personas ajenas al servicio exterior que tienen competencias para ser embajadores en determinados países.



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