miércoles, marzo 24, 2010

Problemas de altura, por Gonzalo Müller.


Problemas de altura,

por Gonzalo Müller.

Se repite con frecuencia en la política de estos días: «estar a la altura». Según se sostiene, la actual situación del país, producto del terremoto y maremoto que nos golpearon tan duramente, requiere un comportamiento especial, un «estar a la altura de las circunstancias», como apelativo a trabajar unidos y con generosidad, mantra repetido con insistencia en los pasillos de los partidos, del Congreso y de la propia sede del Gobierno.

Así es como aparecen estos llamados a deponer diferencias políticas y a trabajar unidos en los problemas más urgentes de la ciudadanía. Pero ¿por que sólo se plantean a la luz de una catástrofe? ¿Por qué no son la guía normal para la acción de nuestros dirigentes? Rápidamente se olvida el tono crítico y duro con que los chilenos evalúan la labor de la mayoría de nuestros rostros políticos, y no se recuerda que las instituciones menos valoradas son precisamente las más representativas de nuestro orden político.

La necesidad de sintonizar con las personas y darles prioridad a sus problemas concretos en la agenda política, debiera ser la norma de conducta, no sólo bajo motivos tan excepcionales como los que el país enfrenta. Son varios los que anuncian que esta concentración en los efectos directos e indirectos del terremoto debiera pasar a segundo plano para abordar los temas pendientes de la agenda política.

El pasado fin de semana la oposición aparecía más concentrada en restablecer su institucionalidad interna y centrar sus discusiones en torno a la definición de sus liderazgos y no en cómo desde su rol enfrenta también la actual crisis, que según palabras del propio Presidente Piñera marcará no sólo una parte, sino que los cuatro años de su periodo.

Si asumimos como un dato que la emergencia actual y la posterior reconstrucción serán las tareas prioritarias de los próximos años, aquellas a las que más esfuerzo les dedicará el nuevo Gobierno, debiera ser también una señal de a qué escenario se va a enfrentar la nueva oposición.

No olvidemos que la Concertación acaba de salir del gobierno hace sólo poco más de 10 días y que cuenta con el capital de una larga lista de personas capacitadas y con una importante experiencia para realizar un aporte y colaborar en el largo camino de pensar y planificar la reconstrucción; sin duda que su voz compite en desigual condición que la de los parlamentarios y dirigentes políticos de ese sector, pero su inclusión puede permitirle a la Concertación ser parte de la soluciones y no sólo de las críticas en este proceso.

Dimensionar correctamente los efectos no materiales del terremoto, y la necesidad de dar correcta sintonía a las urgencias que presenta el actual panorama, es una oportunidad única para los partidos políticos y sus liderazgos que, bien aprovechada, le daría un verdadero segundo aire a nuestra democracia, quizás mucho más profundo que cualquier reforma institucional.

¡Hace tan poco que se hablaba tan profusamente de la necesidad de profundizar nuestra democracia, de revitalizarla, de buscar reencontrarla con la ciudadanía, de abrir espacios de mayor participación! Entonces, qué gran ocasión enfrentamos hoy de avanzar en ese sentido a propósito de «estar a la altura», de demostrar que en momentos de crisis la política y su institucionalidad son capaces de entender las aspiraciones de la sociedad y sentirlas como propias, quizás nunca de una manera más concreta y práctica que la que, a partir de la catástrofe, enfrentamos.



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